El millón de turistas peninsulares que han dejado de viajar a Canarias entre 2008 y 2012 refleja sin lugar a dudas la evolución económica del país durante el último lustro de crisis y el último año largo de recesión. Ese volumen de clientes que las islas han perdido por el camino durante el socavón de entre décadas de este siglo, no es fácilmente recuperable. El bolsillo sigue como estaba, es decir, con tendencia depresiva destinado a empeorar. Pero el sector turístico, al que se dedica profesionalmente Canarias como una auténtica experta con 50 años de experiencia en el negocio, no se resigna a dar por perdido el segmento peninsular, la tercera pata (junto a alemanes e ingleses) del trípode sobre el que se asienta nuestra economía. A FITUR se puede ir con lo comido por lo servido o se puede ir a pelear la captación del visitante que se borró. El presidente canario pidió este miércoles, a Fomento, en la apertura de la feria, más vuelos y más baratos, un estribillo que resulta recurrente. Pero el momento exige no hacer oídos sordos a lo que piden las islas, cuyo índice de paro –y particularmente, de paro juvenil- es motivo de alarma en Europa. La receta aérea que demanda la comunidad consiste en esa doble hélice: sin más conexiones y billetes menos caros se está condenado al archipiélago doblemente. Un castigo de ida y vuelta. Se machaca la única puerta de entrada de ingresos consistentes y se aísla al habitante de un archipiélago que ha visto en los últimos meses (sobre todo, a raíz de la desaparición de Spanair) cómo se encarecen los precios y volar a la Península resulta prohibitivo si no se reserva el billete con dos meses de antelación. En ninguna capital de Europa se entendería que un Estado consienta que su autonomía más alejada lo esté aún más por una política de tasas, precios y vuelos trazada con criterios uniformes para todo el Estado que ignora su condición de insularidad. O la Administración central recicla a sus burócratas en los hándicaps inherentes a las islas y revisa sus criterios para Canarias atendiendo a razones de competencia y geopolítica, o esta es una batalla perdida de antemano. La batalla de la periferia cuando el centro deja de ser el eje.
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