La travesía del desierto del Tete en segunda B hasta este retorno a la categoría de plata ha coincidido con los años más ásperos de la crisis. Álvaro Cervera redimió del sentimiento de fracaso a una sociedad condenada al diván. Si por arriba la economía del fútbol y la real apenas se hablan, en 2ª B sólo cabe apretar los dientes (y el cinturón) y sálvese quien pueda. A la chita callando (la afasia diplomática), Concepción ha devuelto al equipo a un lugar visible. Hubo un Tenerife menesteroso al que le negaban la sopa en las fondas de la Península, y Pepe López resistía estoicamente las embestidas de García. Después, Javier Pérez nos sedujo a todos. Escribimos ‘Sueños de Fútbol’ sobre Valdano, que se echó el equipo al hombro con Cappa y acabamos quintos, jugamos en Europa cuando parecía de otro mundo, y en los dos soplos de ligas frustradas del Madrid, en la calle San Sebastián los elefantes levantaron las trompas. Ahora se vuelve a hablar de Jupp Heynckes, recambio de Mourinho. El alemán que nos transportó a semifinales de la UEFA acaba de ganar la Champions (la Liga y la Copa), y Rafa Benítez (que nos subió a Primera), la Europa League. Dos de nuestras credenciales. Somos una isla capaz de subir a la Luna –donde tenemos terrenos a nuestro nombre- y de bajar al infierno. Este ascenso en Hospitalet nos cura, como le pasó al Canarias de Alejandro Martínez. Los equipos se hacen con dinero o con pico y pala, como cuando Amaral recurrió a la cantera. En cien años pasó de todo. A Heriberto Herrera, Martín Marrero, Benito Joanet, Benítez, Oltra o Cervera los contamos por ascensos, pero a Barrios o Quique Medina, Toño o Justo Gilberto les debemos tanto como al que más. Tuvimos nuestra década prodigiosa. Kissinger saludó en Washington al consejero económico de Canarias, José Carlos Francisco, con un “¡ah, usted es de Tenerife, donde juega Redondo!”. Los niños adoraban a Dertycia. Las madres, a Rommel. Y ahora los Aridane, Aragoneses… son iconos del ave fénix que nos da, al fin, esta alegría.
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