El mecanismo de un orgasmo se asemeja al del estornudo. Las expresiones faciales lo visualizan: ojos cerrados y boca abierta, con picazón y escalofrío. La nariz guarda una similitud asombrosa con el clítoris y el pene, tres órganos eréctiles. Un estudio publicado en Journal of the Royal Society of Medicine descubre en la “expulsión violenta y ruidosa del aire de los pulmones mediante un movimiento involuntario y repentino del diafragma” una sutil manifestación de excitación erótica. Dos investigadores británicos analizaron la relación y concluyeron que, como esa región está fuera de nuestro control, los pensamientos de índole sexual actúan como estímulos inconscientes. El doctor Mahmood Bhutta, otorrinolaringólogo del Hospital Wexham Park, y Harold Maxwell, psiquiatra del Hospital Universitario West Middlese, investigaron este fenómeno después de leer el caso de un paciente de 69 años que estornudaba tras experimentar un orgasmo. Bhutta explica así el defecto en las conexiones cerebrales: “Las señales que transmite el sistema nervioso parasimpático del cerebro (que marca, asimismo, el ritmo cardiaco, la digestión y la dilatación de las pupilas) se cruzan accidentalmente y esto provoca el atronador ¡achís!”.
En la NBC, el neurólogo y psiquiatra Alan Hirsch explica que los estornudos son como la risa: ruidosas o suaves. “Representan la personalidad inmanente o la estructura del carácter”. En el estornudo observa una cualidad orgásmica: “Al entregarte a él, esperas los placeres positivos de un orgasmo nasal. Si alguien se reprime más en el sexo, podrían no dejarlo salir [el estornudo]. Pero si están orientados por el hedonismo y les gusta el placer, podrían querer estornudar con ímpetu”. Los adjetivos asociados al orgasmo describen la gama de estornudos: silenciosos, introvertidos, explosivos, largos, retardados, potentes, rápidos y pasajeros. Análogamente, el polvo es un desencadenante.