Uno de los contrastes entre un hombre y una mujer es que las dos cabezas de él son cerebros en ella. Así como el glande masculino se erige en un poder fálico que manda órdenes a la razón, el femenino está rodeado de 8.000 terminaciones nerviosas conectadas con el centro de inteligencia. El clítoris canaliza la energía de una emoción intensa (entusiasmo por algo o alguien) hacia la pasión desencadenante del orgasmo. Lo que cubre el capuchón es extremadamente sensible a las caricias, por lo que la estimulación sutil impone su lógica a la presión impulsiva. Rozar, frotar, palpar en círculos… La técnica define la táctica y las impresionantes sensaciones que se experimentan satisfacen el deseo. La llave del placer abre puertas que llevan al clímax. A través de la penetración -en la pared anterior de la vagina, detrás del hueso púbico, a cuatro centímetros de la entrada-, se visita al punto G. Si se toca ahí, ¡ya está!