En el tiempo de descuento, Inma me cuenta que desde pequeña escribe cuentos. Sus niños de Primaria -ella es profesora- le llegan al alma y eso se refleja en sus tiernas palabras. Conversamos en una terraza de Santa Cruz, junto a su marido, Norberto, y a la hermana mayor. Marga nos invita a un café. Con los ojos me como un libro de chocolate que contiene seis dulces historias.
-¿Afición por devoción o por vocación?
“Por dedicación”.
-¿El estilo expresa la personalidad?
“Son los rasgos que te definen y te distinguen. En un taller de escritura aprendes técnicas, pero el estilo eres tú”.
-A escribir se aprende leyendo…
“Y un escritor lee muchísimo”.
-Hasta que un buen día comenzaste a llenar páginas….
“De causalidad, me metí en un taller de escritura, en el Teatro Victoria, y descubrí que esto era lo mío. Cuando empecé a analizar libros y a estudiar técnicas, me entusiasmé y ya me lo tomé un poco más en serio”.
-¿Cuál es la principal herramienta de un taller de escritura?
“La palabra”.
-Lógico…
“La verdad es que pasas un rato agradable… Luego me dio por reunirme con unas compañeras en una tertulia y he aprendido muchísimo. Ese fue el empujoncito que me llevó a publicar este libro [me lo entrega]. Estoy muy contenta”.
-[Cuentos de chocolate es una publicación de Ediciones Idea en formato de bolsillo]. ¡Unos dibujos muy bonitos!
“Sí, son de Marianella Aguirre. Cuando los iba viendo me fascinaron. Enseguida identifiqué a mis personajes, se me parecían un montón”.
-¿Los niños qué pintan en esto?
“Son el alma de los cuentos. En clase, ellos participan y me enriquecen con sus aportaciones”.
-Cuéntame un cuento…
[Ríe] “¿Un cuento?”
-Cortito…
“Bueno… De este libro, el que mejor recuerdo es El muñeco de nieve. Lo escribí cuando tenía 7 u 8 años”.
-¿Cómo es?
“Se lo dediqué a dos sobrinos…”
-[La interrumpo con despistado ademán] ¿Cuál es la historia?
“De repente ocurre algo insólito en Santa Cruz. Nieva y dos hermanos bajan a la calle, en la avenida de La Salle, a hacer un muñeco de nieve, que cobra vida. Ahí surge una historia… El muñeco se derrite y con esa agua queda un parque muy bonito. Como es un cuento que escribí cuando era pequeña le tengo mucho cariño”.
-No se ha derretido en tu memoria, por lo que veo…
“No, no…”
-En estos tiempos, más que cuentos harían falta descuentos…
[Risas] “Sí, descuentos. Claro”.
-Mucho cuento es lo que hay…
“También”.
-¿Qué lectura haces del estado actual de la cultura?
“Vivimos en un mundo loco y creo que cado uno debe refugiarse un ratito en su rinconcito…”
-[Se me escapa el hilo de la cometa. Pasa algo o alguien que me distrae] ¿De qué estábamos hablando?
“De eso, de tener un tiempo para uno”.
-¿Qué es la creatividad?
“Yo creo que es una necesidad. Si te apetece lo haces”.
-¿Cómo te inspiras?
“Me inspira la vida cotidiana. Cuando se me ocurren ideas las anoto en la libreta que llevo en el bolso”.
-¿Siempre escribes textos infantiles?
“En este libro, sí. Ahora estoy con un proyecto de poesía y cuentos para mayores. Está por revisar”.
-[Aleatoriamente, abro el libro por la página 53]. “Necesito buscar una información”, respondió decidido el conejo… ¿Será una señal?
[Ríe] “Es la historia de un conejo que sabe leer y escribir. Intenta aprender informática para ayudar a su padre…”
-¿Te sientes como una niña?
“La ilusión de estar con los niños no la he perdido. En absoluto”.
-La lectura no es ningún cuento, ¿verdad?
“No. Te reconforta bastante”.
-¿Los chiquillos te sorprenden?
“A los niños les encanta que les cuentes historias. Mi suerte es que los que están conmigo ya han aprendido a leer y a escribir. Ese trabajo lo hacen mis compañeras [ríe]. ¡Las pobres! Sí, me asombra su capacidad imaginativa”.
-El prólogo es de Ana Beltrán…
“Es escritora y pintora. Del Sur, de Arona. ¡Un encanto! Acaba de publicar la novela Mujeres malditas”.
-[Disfruto como un niño con este regalo de Reyes] Sugerente…
[Inma me devuelve la gratitud con una sonriente mirada mientras escribe la dedicatoria] “Es sencillito, con un vocabulario simple. Espero que te guste”.
Inma Velázquez Mediavilla, profesora y escritora