Quien se escandalice porque despiden al director del circo por payaso es que no está al tanto de la actualidad política. El carrusel gira con los caballitos desbocados. Pablo Iglesias se subió al tiovivo para llamar la atención: se quejó de que la Casa Real no lo había invitado a los actos de la Fiesta Nacional y, al enterarse de que sí le remitieron un correo electrónico, salió con que no le daba la gana de ir.
A Mariano Rajoy le recriminaban que cumpliera a rajatabla los ajustes del déficit que exigía la Comisión Europea y cuando desde Bruselas advierten de un incumplimiento de los objetivos le sacuden por lo contrario.
El Parlamento de Canarias instó al Gobierno a derogar la denominada ley mordaza (de seguridad ciudadana) y, menos de un mes después, Podemos se abstuvo en la condena de la represión en Venezuela.
La Generalitat catalana denuncia presiones al poder judicial, pero instiga concentraciones ante el Tribunal Superior en el proceso por la consulta de cartón del 9 de noviembre de 2014. Artur Mas compareció el día en que se conmemoraban 75 años del fusilamiento de Lluís Companys y del estreno de El gran dictador, de Charles Chaplin, en lo que se interpreta como una charlotada.
No se detiene ahí la plataforma rotatoria. “No sé qué vende Pedro Sánchez”, despotricaba Irene Lozano (UPyD) antes de entrar en las candidaturas del PSOE para las elecciones legislativas del 20 de diciembre venidero.
Y luego se extrañan de que el ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación, José Manuel García-Margallo, mande al psiquiatra a un diputado. La lista de es-pera es de locos.
Se cumplen cien días de andadura del Ejecutivo de Fernando Clavijo y parece que ha transcurrido un siglo: por lo que ha hecho o porque es demasiado tiempo; por las convulsiones o la parsimonia; por las peleas o las pelas; por la distensión institucional o las tensiones internas; por esto o aquello. El panorama se ve de distinta manera, según el color del cristal con que se mira. Con el 20D en el horizonte, el presidente combina pasado, presente y futuro en una urna coctelera con la que agitar las papeletas. Los expertos recomiendan añadir la cantidad de hielo adecuada: “El exceso diluye el trago y el agua chirria rebaja la calidad”. A Clavijo le gusta brindar con Soria, que bebe los vientos por la semejanza.