Varias mujeres han sugerido que me dedique al porno, pero lo he descartado. Ignoro en qué se basan para deducir mis “cualidades” si no me conocen en la intimidad. En realidad, mis inquietudes son menos aburridas. Pienso que el género para vagos es muy manótono. Aunque el sexo explícito no constituye un elemento diferenciador irrefutable, los matices del erotismo son elocuentes. Utilizando un símil futbolístico, yo la acaricio con delicadeza antes de meterla con destreza. Y no soy de los que salen corriendo a celebrarlo. Me quedo abrazado a la portería. Esa es en esencia la diferencia entre el erotismo y la pornografía.
La mercancía obscena es un producto perecedero. Por el contrario, la sensualidad no tiene fecha de caducidad. La expresión artística del erotismo contrasta con las posturas maximalistas del porno. Aun por mera curiosidad, es una misión dificultosa encontrar a un hombre que no haya visionado cine X.
La irrupción de Canal Plus consagró las madrugadas de los viernes al placer solitario. Unos colegas a los que les grababa las películas participaban en una dura competición de resistencia. No aguantaban diez minutos de un tirón. Se pegaban una semana para un metraje de hora y media. Veían la paja en ojo ajeno.
Un amigo ficticio me preguntó en una ocasión que si había mantenido relaciones con una muñeca hinchable. Si bien reconozco que puede ser un complemento interesante en los juegos de fantasía compartidos, respondí que no. Le falta el órgano sexual femenino más importante: el cerebro, en connivencia con el… ¡Ejem!
-No te lo aconsejo.
-¿Por qué?
-Fui con la mía a un club de intercambio de parejas y no me dejaron pasar.
Esa noche tuvo, más que un gatillazo, un pinchazo con el maniquí. Sus ilusiones se desinflaron y emprendió un proceso de autodeterminación afectiva.
tienes razon porno no es para todos.
Saludos!
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