“No es cierto que la imaginación no tenga límites”, indica Joan Casas-Roma, doctor en Representación del Conocimiento y Razonamiento por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). La tecnología ha permitido que desde el siglo xx se desarrolle la inteligencia artificial, la ciencia encargada de imitar el cerebro, que no el cuerpo, de una persona en todas sus funciones. Es una realidad que se plasma en buscadores como Google, que nos hace sugerencias predictivas de lo que queremos buscar; en los asistentes virtuales por voz; en las redes sociales, que nos recomiendan contenidos noticiables, canciones o productos para comprar, a priori, ajustados a nuestros intereses; o en nuestro correo electrónico, que aprende a saber cuáles de los mensajes que recibimos consideraríamos correo basura. Investigadores de la UOC han analizado el estado de la investigación en este ámbito para modelar la imaginación humana hecha por máquinas: “Tratamos de codificar y capturar matemáticamente la mente”, apuntan. Sigue leyendo
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