Al presentarse en el despacho de la UGT donde yo hacía tiempo, le pregunté si se le había parado el reloj. Con respiración entrecortada, Gustavo me dijo: “Anoche dormí en mi casa [en Gran Canaria], pero el avión se retrasó. Llegué a las diez. Intenté adelantar el vuelo a las cuatro y media. Bajaron a los pasajeros. El avión de las cinco y media se rompió y me metí en el de las ocho de chiripa”. El dirigente sindical estaba de asambleas.
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