Aséptica en esencia, sin estridencias narrativas y con el ritmo adecuado. Así se puede definir La noche más oscura (Zero Dark Thirty), la esperada película sobre la persecución a Osama Bin Laden, que se ha hecho acreedora de cinco candidaturas en los próximos premios Óscar, entre ellas, las de mejor película y mejor actriz (Jessica Chastain), aunque su directora, Kathryn Bigelow, se ha quedado fuera -injusta y sorprendentemente- de las nominaciones. Bigelow, que ya demostró con creces su buen hacer con la excelente En tierra hostil (que se vio recompensada con las mieles de la Academia en 2010) vuelve a la palestra con un filme -no exento de polémica por el espinoso asunto de las torturas- sobre el que estaban puestas todas las miradas (especialmente las estadounidenses) y que se se pergeñó con testimonios reales acerca del arduo proceso de búsqueda del terrorista saudí. La noche más oscura, que arranca con un impactante y justificativo prólogo (voces en off de las conversaciones a través del móvil de víctimas del 11-S ) y culmina también de manera brillante, se limita -y ahí radica su acierto- a narrar, huyendo de moralismos y de consideraciones políticas, la trama desplegada por los servicios secretos norteamericanos para atrapar a Bin Laden. Esta persecución farragosa y multidireccional pero impenitente la centra Bigelow en Maya, una novata agente de la CIA, interpretada por Chastain, que poco a poco se introduce en la madeja hilada para llegar al objetivo.
La directora californiana tiene la habilidad de intentar abstraer al espectador de otras cuestiones inherentes a la narración y lo embarca en la obcecada misión de la protagonista. Aboga por contar y mostrar los hechos, sin dar pábulo a juzgar ni siquiera a reflexionar (aspectos que deja al propio público), creando además la tensión necesaria, que llega a su clímax con el operativo de asalto que acabó con la vida del enemigo número 1 de América. Bigelow firma aquí un notable trabajo cinematográfico que te atrapa al instante en la butaca.